miércoles, 3 de agosto de 2011

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A fuerza de pulso
la voz encontrará su cauce en los mares del hombre.
Nota que hoy vaga peregrina en los ecos del tiempo.
No habrá piel que aguante el redoblar de tus tambores
La piel te contendrá un segundo
y luego dejará de ser o morirá maravillada de tu aire.
Las estrellas se perderán en tu negrura
y lo devorarás todo, solo para devolverlo multiplicado por mil.
Irradiará luz el latido de la gente
y de sus ojos, boca y manos, renacerán todos los dioses,
que hoy somos en espera.

Será roca agujereada
el velo que hoy te pesa.
Descubrirás que el sol vive en tus pupilas
y que se esconde solo para renacer en ti,
alimentado de tu fuego
que no tiene noche que lo cubra.

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Esperando
en el frío de mi noche,
En mi callejón sin salida,
En mi tumba sin flores.
Esperando
la salvación de tu manos
que tanto necesité
sin que nunca me sirviera,
solo para morir un poco más,
para querer más y poder menos
Solo para que siguieras sin llegar.
Sin volver nunca.

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Olerte es como descubrir un continente. Cada rincón es aire nuevo para el respirar cansado de los días. Solo en ti despunta el gozo del rito profundo, del juego puro, de verse en cada movimiento, del saberse frenesí, de no saber más, de ver al sol y volver a ti hecho arena cobijado por tus aguas que se evaporan en mis dedos.